El Papa Francisco pidió este viernes crear una cultura de la adopción a favor de los niños abandonados, que no se vea afectada por la burocracia y menos por la corrupción.
“Tanta veces hay gente que quiere adoptar niños, pero hay una burocracia así de grande, cuando no hay corrupción de por medio”, expresó el Papa durante la audiencia con los dirigentes, trabajadores y niños del Hospital de los Inocentes de Florencia.
El Pontífice dijo que hay “tantas familias que no tienen hijos y tendrían seguramente el deseo de tener uno con la adopción”. Por ello exhortó a “crear una cultura de la adopción porque los niños abandonados, solos, víctimas de la guerras y demás, son tantos”. “Ayúdenme en esto”, pidió Francisco, que dejó de lado el discurso preparado para improvisar unas palabras.
El Santo Padre dijo también que se necesita retomar “la cultura del niño”. “Hay una cultura de la sorpresa en el ver crecer, ver cómo se sorprenden de la vida, cómo entran en contacto con la vida; y nosotros debemos aprender a hacer lo mismo”, indicó.
El Papa Francisco recordó que en el Evangelio hay varios pasajes en los que Jesús se refiere a los niños. “No solo de acoger a los niños y quien los acoge lo acoge a Él, sino que hay otros: ‘Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos’. Y es esto lo que nos debe enseñar la cultura del niño”.
En el discurso que el Papa no pronunció, pero que se entregó a los participantes, Francisco destacó los seis siglos de historia del Instituto de los Inocentes de Florencia, que “nos habla de una ciudad que se ha esforzado por dar la bienvenida a los niños, para que ya no pudieran llamarse ‘abandonados’ sino bienvenidos, confiados al amor y al cuidado de la comunidad”.
El Santo Padre recordó que “en su origen está la generosidad de un rico banquero, Francesco Datini, que donó la cantidad con la que fue posible iniciar las obras. También hoy, la responsabilidad social y ética del mundo de las finanzas es un valor indispensable para construir una sociedad más justa y solidaria”.
“El otro elemento sorprendente de esta historia es que el proyecto fue confiado a Filippo Brunelleschi, el arquitecto más importante de la época, que en ese momento estaba trabajando en una obra maestra que aún hoy asombra al mundo: la cúpula de la Catedral de Santa María del Fiore”.
De este modo, “la misma belleza que se dedica a la casa del Señor” se dedica “a la casa de los niños menos afortunados”, para quienes “no bastaba con darles la leche de las nodrizas, se deseaba además que crecieran en un ambiente lo más hermoso posible”.
Francisco aprovechó para rechazar nuevamente la cultura del descarte, que ataca a los más frágiles de la sociedad, como los niños “privados de su infancia y de su futuro; menores que se enfrentan a viajes desesperados para escapar del hambre o la guerra. Niños que no ven la luz porque sus madres sufren condicionamientos económicos, sociales, culturales que los empujan a renunciar a ese maravilloso regalo que es el nacimiento de un niño”.
“¡Cuánto necesitamos una cultura que reconozca el valor de la vida, especialmente la débil, la amenazada, la ofendida y, en lugar de pensar en dejarla de lado, en excluirlo con muros y cierres, se preocupe por ofrecer cuidado y belleza! Y una cultura que reconozca en todos los rostros, incluso el más pequeño, el rostro de Jesús: ‘Quien recibe a un niño en mi nombre, me recibe a mí’”, expresó.
El Papa Francisco pidió trabajar para que “ninguna madre se vea en la condición de abandonar a su hijo. Pero también debemos asegurarnos de que, ante cualquier evento, incluso trágico, que pueda separar a un niño o una niña de sus padres, existan estructuras e itinerarios de acogida en los que la infancia siempre esté protegida y cuidada, de la única manera digna: dar a los niños lo mejor que podemos ofrecerles. Recordando las palabras de Jesús que nos invita a todos a ser como vosotros, como niños, para poder entrar en el Reino de los Cielos”.
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