La historia de San Tobías se encuentra en el libro de la Biblia que lleva su nombre, el mismo que significa: «Dios es bueno».
Según las Sagradas Escrituras Tobías siempre cumplió con sus deberes religiosos. Siendo todavía muy joven, cuando sus familiares se apartaron de la verdadera religión y empezaron a adorar al becerro de oro, él nunca quiso adorar aquel ídolo y fue el único que en su familia iba en las grandes fiestas a Jerusalén a adorar al único Dios.
Siempre daba la décima parte de lo que ganaba para el templo y para los pobres.
Se casó con una mujer de su propia religión, llamada Ana, y tuvo un hijo al cual le puso también el nombre de Tobías.
Fue exilado con los judíos pero llegó a tener una alta posición en el gobierno en Nínive. Más tarde vino el nuevo rey, Senaquerib, que persiguió a los judíos, y Tobías perdió su puesto quedando en la miseria.
Tiempo después quedó ciego al caerle estiércol en los ojos de un nido, mientras dormía. Su esposa le reprochaba por su condición pero él se mantuvo fiel al Señor.
Tobías, lleno de tristeza, retiró a llorar y rezaba diciendo: «Dios mío, todos estos sufrimientos nos llegan por los pecados que hemos cometido. Señor, apiádate de mí, y si he de seguir sufriendo tantas humillaciones, más bien acuérdate de mí, y llévame hacia Ti».
Tobías, el hijo, fue a una ciudad lejana a buscar un dinero que se le debía a su padre. Le acompañaba un joven que resultó ser el Arcángel Rafael.
En la ciudad distante se enamoró de Sara pero le advirtieron que ella se había casado 7 veces y sus maridos siempre morían por causa de un demonio. Rafael le dijo que no temiera y que la tomase por esposa.
Tobías y Sara rezaron fervorosamente en la noche de bodas poniéndose al amparo de Dios. Después regresaron a Nínive donde vivía Tobias.
Por mandato de Rafael, el joven Tobías restregó los ojos de su padre con la hiel de un pescado que había tomado en el río. Se cayeron entonces las escamas de sus ojos y recobró la vista. Cuando Tobías se disponía para darle a Rafael la mitad del dinero que tenía como agradecimiento, Rafael se identificó como el ángel del Señor y desapareció.
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