diciembre 4, 2024

Una regla de vida para alcanzar la santidad

Fiesta en Paraguay: Chiquitunga ya es la primera beata del país

El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, proclamó beata a María Felicia Giuggiari Echeverría “Chiquitunga”, en una multitudinaria Misa celebrada en el estadio Nueva Olla del club Cerro Porteño en Asunción. 

Luego de la lectura de la biografía de Chiquitunga, el Cardenal leyó la carta apostólica en latín con la que, en nombre del Papa Francisco, declaró beata a la religiosa carmelita, la primera de Paraguay.

Tras la lectura del decreto, se presentó la reliquia de la beata contenido en una urna: el cerebro incorrupto de Chiquitunga que fue llevado hasta el altar por dos religiosas, acompañadas de Ángel Ramón Duarte, el joven protagonista del milagro que ha permitido la beatificación.

El joven de 15 años participó en la Misa junto a su familia. Duarte nació en agosto de 2002 sin signos vitales, pero gracias a la intercesión de la carmelita volvió a la vida.

Antes de pronunciar su homilía, el Cardenal Amato saludó a todos los asistentes a la Misa de parte del Papa Francisco: “Él les recuerda siempre con cariño les hace llegar su bendición”, dijo.

 
Al iniciar su prédica, el Cardenal recordó que en 1988 San Juan Pablo II recordó a San Roque González de Santa Cruz, que fundó las famosas reducciones de Paraguay, “conocidas y apreciadas en todo el mundo como modelos de evangelización y de formación social y cultural del pueblo guaraní”.

María Felicia de Jesús Sacramentado, continuó el Prefecto, “es una gran figura de joven generosa y alegre en vivir integralmente su bautismo y su consagración religiosa a la luz de la gracia de Dios y el servicio al prójimo”.

“Era una persona que respondía 100% a la llamada de su bautismo. Su fe era sólida, vida y operante. Los testigos hablan de una fe inmensa, convencida, expansiva, que se manifestaba diariamente en su obediencia, en su exquisita caridad y en el pedir perdón por los errores propios y de los demás”.

La lectura del Nuevo Testamento, continuó el purpurado, “fue el arma de su apostolado. Cuando ingresó al convento regaló a todas sus hermanas una copia de los cuatro evangelios”. “Siempre rezaba por la santificación de los sacerdotes. En su última enfermedad ofreció sus sufrimientos por ellos”, añadió.

 

Chiquitunga renunció al amor humano para entregarse completamente a Jesús. “Todo te ofrezco, Señor”, fue “su programa de vida, desde cuando era joven hasta su muerte”.

Chiquitunga, que era llamada así por su pequeña estatura, quería “ofrecer la vida por el Señor, también incluso derramando su sangre en el martirio”. En efecto, en un tiempo de graves turbulencias sociopolíticas, decía que estaba lista a morir por la fe. “De este amor a Dios brotaba una gran caridad fraterna, hecha de acogida, comprensión y perdón”.

El Cardenal Amato resaltó que en la Acción Católica o en el convento carmelita, Chiquitunga “estaba siempre disponible para colaborar, ayudar, para la concordia”. Por su disposición para ayudar a los ancianos, pobres y enfermos, “algunos testigos la comparan con la Madre Teresa de Calcuta”.

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Familiares y amigos de Chiquitunga no pueden contener la emoción durante el rito de beatificación.

El Prefecto también resaltó que la religiosa carmelita fue “un verdadero ángel benefactor, que se acercaba a las almas cansadas y los cuerpos heridos para ofrecerles el don de un sincero compartir humano”.

La misma generosidad la mostró en el convento. “Su caridad hacia las hermanas necesitadas fue verdaderamente heroica, o como dice una hermana, ‘exagerada’”. De hecho, “perdonaba prontamente y siempre a quienes las maltrataban. Conquistaba a todas con su paciencia sonriente”. “Después de su muerte, las hermanas más críticas fueron las primeras en llorar y en testimoniar su caridad heroica”, subrayó.

“La nueva beata alienta a la juventud paraguaya a permanecer siempre fieles al amor de Jesús y a siempre servir a los más necesitados”, concluyó el Cardenal.