“¡Cuántos pobres son hoy aplastados! ¡Cuántos pequeños resultan exterminados! Son todos víctimas de esa cultura del descarte que en cada vez se denuncia más”, clamó el Papa Francisco durante la Misa por los migrantes celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano este viernes 6 de julio con motivo del quinto aniversario de la visita del Santo Padre a la isla de Lampedusa.
Ante cerca de las 200 personas, entre los que había numerosos refugiados, migrantes y otros desfavorecidos, el Pontífice quiso recordar de forma especial “a los migrantes y a los refugiados, que continúan llamando a las puertas de las naciones que gozan de un mayor bienestar”.
“Hace cinco años, recordando a las víctimas de los naufragios, durante mi visita a Lampedusa, me hice eco de este permanente llamado a la responsabilidad humana: ‘¿Dónde está tu hermano? La voz de su sangre llega hasta mí’, dice el Señor Dios”.
Francisco explicó que “no se trata de una pregunta que se les plantee a otros: es una pregunta que se me hace a mí, a cada uno de nosotros. Lamentablemente, a pesar de las generosas respuestas, no ha sido suficiente y hoy lloramos a miles de muertos”.
“La aclamación del Evangelio de hoy –continuó– contiene esta invitación de Jesús: ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, que yo os aliviaré’. El Señor promete descanso y liberación a todos los oprimidos del mundo, pero nos necesita a nosotros para que su promesa sea eficaz. Necesita nuestros ojos para ver las necesidades de los hermanos y hermanas. Necesita nuestras manos para socorrerlos. Necesita nuestra voz para denunciar las injusticias cometidas ante el silencio de muchos”.
En realidad, matizó el Papa, “debería hablar de muchos silencios: el silencio del sentido común, el silencio del ‘siempre se ha hecho así’, el silencio del ‘nosotros’ siempre contrapuesto al ‘vosotros’. Sobre todo, el Señor necesita de nuestros corazones para manifestar el amor misericordioso de Dios por los últimos, los rechazados, los abandonados, los marginados”.
Por último, señaló que “ante los desafíos migratorios de la actualidad, la única respuesta sensata es la solidaridad y la misericordia; una respuesta que no hace demasiados cálculos, pero que exige una decisión equitativa de las responsabilidades, una evaluación honesta y sincera de las alternativas y una gestión prudente”.
“Política justa es aquella que se coloca al servicio de la persona, de todas las personas interesadas, que prevé soluciones idóneas para garantizar la seguridad, el respeto por los derechos y la dignidad de todos; que sabe mirar al bien de su país teniendo en cuenta el de los otros países en un mundo cada vez más interrelacionado”, concluyó.
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