Redacción Central, 10 Ago. 23 (ACI Prensa).-
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial en Polonia, surge la inspiradora figura de San Maximiliano Kolbe, conmemorado el 14 de agosto. Su valiente lucha por las almas encontró eco a través de una imprenta y un poderoso instrumento adicional: la Medalla Milagrosa.
“Aunque una persona sea del peor tipo, si tan solo acepta llevar la medalla, dársela… y luego rezar por él, y en el momento oportuno esforzarse por acercarlo a su Madre Inmaculada, para que pueda recurrir a ella en todas las dificultades y tentaciones”, son las palabras de Kolbe sobre la Medalla.
“Esta es verdaderamente nuestra arma celestial”, aseguró el santo, describiendo la medalla como “una bala con la que un soldado fiel golpea al enemigo, es decir, al mal, y así rescata las almas”.
La Medalla Milagrosa es un sacramental inspirado en la aparición mariana a Santa Catalina Laboure en París en 1830. La Virgen María se le apareció como la Inmaculada Concepción, estaba vestida de blanco y de pie sobre un globo con la luz saliendo de sus manos y aplastando una serpiente bajo su pie.
“Una voz me dijo: ‘Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen’”, reveló Santa Catalina en su momento.
Como seminarista franciscano que estudiaba en Roma en 1917, Kolbe se sintió conmovido por la historia del papel que jugó la Medalla Milagrosa en la conversión de Alfonso de Ratisbona.
Ratisbona era un francmasón francés y un ateo de ascendencia judía que recibió la gracia de la conversión mientras llevaba una Medalla Milagrosa que le entregó uno de sus amigos católicos en Roma. La Virgen María se le apareció el 20 de enero de 1842 en una capilla lateral de la Iglesia de Sant’Andrea delle Fratte en Roma.
San Maximiliano Kolbe eligió celebrar su primera Misa el 29 de abril de 1918 en la capilla lateral de Sant’Andrea delle Fratte, donde la Virgen María se apareció a Ratisbona.
Este último fue ordenado sacerdote jesuita, y finalmente dejó la orden para mudarse a Jerusalén en 1855, donde fundó un convento para hermanas en la Congregación de Nuestra Señora de Sion, una congregación fundada para “testificar en la Iglesia y en el mundo que Dios sigue siendo fiel en su amor por el pueblo judío «.
San Maximiliano dio su vida en lugar de un compañero de prisión en Auschwitz, un hombre que tenía esposa e hijos. Murió por una inyección de ácido carbólico (fenol) en el campo de concentración el 14 de agosto de 1941. Los oficiales nazis incineraron el cuerpo del santo en la fiesta de la Asunción de María.
Kolbe es conocido por ser un evangelizador y misionero eficaz. Antes de mudarse a Japón en 1930, hizo una peregrinación a la Capilla de la Medalla Milagrosa en la Rue de Bac en París.
San Juan Pablo II recordó la visita de San Maximiliano cuando oró en la capilla de París en 1980.
“Vengo como peregrino después de cuantos han venido a esta capilla desde hace ciento cincuenta años, y como todo el pueblo cristiano que se apiña aquí cada día para comunicarte su alegría, confianza y súplicas. Vengo como el Beato Maximiliano Kolbe; antes de su viaje a Japón, hace cabalmente cincuenta años, vino aquí a buscar tu apoyo particular para propagar lo que luego llamaría ‘La Milicia de la Inmaculada’ y emprender su prodigiosa obra de renovación espiritual bajo tu patrocinio, antes de dar la vida por sus hermanos”, señaló San Juan Pablo II.
San Maximiliano formó La Milicia de la Inmaculada en 1917 para “llevar a cada individuo con María al Sacratísimo Corazón de Jesús”. Pidió a todos sus miembros que llevaran la Medalla Milagrosa como signo de su total consagración a María.
“Ahora, en esta época de la Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen ha entregado a la humanidad la ‘Medalla Milagrosa’. Su origen celestial ha sido probado por innumerables milagros de curación y particularmente de conversión”, escribió Kolbe.
“La misma Inmaculada, al revelarlo, prometió a todos los que lo usarían muchas gracias; y dado que la conversión y la santificación son gracias divinas de Dios, la Medalla Milagrosa será uno de los mejores medios para obtener estos dones”, agregó.
San Maximiliano también agregó a la oración de Santa Catalina asociada con el sacramental: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. A esto, añadió Kolbe, “y para todos los que no recurren a ti, especialmente los enemigos de la Iglesia y los que te recomiendan. Amén”.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en Catholic News Agency.
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