VATICANO, 09 Ago. 17 / 10:03 am (ACI).- Hace unos días se cumplió un aniverario más del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, uno de los episodios más dramáticos de la historia de la humanidad. El 6 de agosto de 1945, fiesta de la Transfiguración, muy cerca de donde cayó la bomba “Little Boy”, cuatro sacerdotes jesuitas alemanes sobrevivieron a la catástrofe, y la radiación -que mató a miles en los meses siguientes- no tuvo efecto en ellos. Esta historia, documentada por historiadores y médicos, es conocida como el Milagro de Hiroshima.
Los jesuitas Hugo Lassalle, superior en Japón, Hubert Schiffer, Wilhelm Kleinsorge y Hubert Cieslik, se encontraban en la casa parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los pocos edificios que resistió a la bomba. En el momento de la explosión, uno de ellos se encontraba celebrando la Eucaristía, otro desayunaba y el resto en las dependencias de la parroquia.
Según escribió el propio P. Hubert Cieslik en un diario, únicamente sufrieron daños menores producto de cristales rotos, pero ninguno a consecuencia de la energía atómica liberada.
Los médicos que les atendieron tiempo después les advirtieron que la radiación recibida les produciría lesiones graves, así como enfermedades e incluso una muerte prematura.
El pronóstico nunca se cumplió. No desarrollaron ningún trastorno y en 1976, 31 años después del lanzamiento de la bomba, el P. Schiffer acudió al Congreso Eucarístico de Filadelfia y relató su historia, confirmando que los cuatro jesuitas estaban aún vivos y sin ninguna dolencia. Fueron examinados por decenas de doctores unas 200 veces a lo largo de los años posteriores, sin que se hallase en sus cuerpos rastro alguno de la radiación.
Los cuatro religiosos nunca dudaron de que habían gozado de la protección divina, y en particular de la Virgen: “Vivíamos el mensaje de Fátima y rezábamos juntos el Rosario todos los días”, explicaron.
El P. Schiffer escribiría “El Rosario de Hiroshima”, un libro en el que da cuenta de todo lo que vivió.
Hace un año, al celebrarse un aniversario más de Hiroshima, el Obispo de Niigata y Presidente de Cáritas Asia, Mons. Tarcisius Isao Kikuchi, difundió un mensaje en el que subraya que Japón puede contribuir a la paz “no con nuevas armas, sino con sus actividades de nobleza y amplia historia en el crecimiento mundial, de modo particular en las consideradas naciones en vía de desarrollo”.
El prelado añade que “con esta contribución al desarrollo, que lleva al pleno respeto y a la realización de la dignidad humana, sería muy apreciado y respetado por la comunidad internacional”. Cada año, del 5 al 15 de agosto, el país celebra una Oración por la Paz.
En Hiroshima y Nagasaki murieron unas 246 mil personas, la mitad en el momento del impacto y el resto en las semanas posteriores por los efectos de la radiación. La bomba de Hiroshima coincidió con la solemnidad de la Transfiguración del Señor y la rendición de Japón ocurrió el 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
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