VATICANO, 29/Miercoles/17 /(ACI).- En la catequesis de este miércoles en la Audiencia General, el Papa Francisco recordó la figura de Abraham, “Padre de la fe”, que creyó contra toda esperanza, se fió y descubrió que Dios hace salir de la desesperación.
Abraham también “es padre en la esperanza y esto porque en su historia podemos ya acoger el anuncio de la resurrección, de la vida nueva que vence el mal y la misma muerte”.
“El Dios que se revela a Abraham es el Dios que salva, el Dios que hace salir de la desesperación y de la muerte, el Dios que llama a la vida. En la historia de Abraham todo se convierte en un himno al Dios que libera y regenera, todo se convierte en profecía”.
El Papa comentó la carta de San Pablo a los Romanos en la que dice que Abraham “apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza”, dado que Dios le había prometido descendencia a pesar de que ya era anciano y su mujer estéril. “En este punto, Pablo nos ayuda a probar a fuego la unión estrechísima entre la fe y la esperanza”, añadió.
“Nuestra esperanza no se rige por razonamientos, previsiones y reaseguraciones humanas, y se manifiesta allí donde no hay esperanza, donde no hay nada en lo que esperar, como sucede al mismo Abraham frente a su muerte inminente y la esterilidad de su mujer Sara”.
Francisco aseguró que “la esperanza se radica en la fe y es por eso que es capaz de ir más allá de toda esperanza. Sí, porque no se basa en nuestra palabra, sino en la Palabra de Dios”.
“En este sentido estamos llamados a seguir el ejemplo de Abraham, el cual, puesto frente a la evidencia de una realidad que parece destinada a la muerte, se fía de Dios”.
“Una esperanza basada en una promesa que desde el punto de vista humano parece incierta e imprevisible, pero que no viene a menos ni si quiera frente a la muerte, cuando el que lo promete es el Dios de la Resurrección y de la vida”.
El Santo Padre concluyó pidiendo a Dios “la gracia de basarnos no tanto en nuestras seguridades, en nuestras capacidades, sino en la esperanza que viene de la promesa de Dios, como verdaderos hijos de Abraham”.
Así “nuestra vida asumirá una nueva luz, en la conciencia de que Aquél que ha resucitado a su Hijo nos resucitará también a nosotros y nos hará de verdad una sola cosa con Él, junto a todos nuestros hermanos en la fe”.
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